Los libros
no son sólo recipientes de historias sino que también están rodeados de ellas. Pueden
ser el resultado de las vivencias de sus autores o tal vez se vieran envueltos
en una apasionante aventura en la que desaparecieron y fueron encontrados en
algún rincón del mundo. Esas historias, que al fin de cuentas es lo que han
dado lugar a la Literatura, son las que ha encerrado Posteguillo en este libro
tan apropiadamente titulado La sangre de los libros.
Como no
podía ser de otra manera, Santiago Posteguillo arranca este paseo por la
Literatura en la antigua Roma con Marco Tulio Cicerón y su discurso perdido en
el que defendía a capa y espada a su maestro griego Licinio Archia. De ahí a la
Florencia de Dante y sus 13 últimos cantos perdidos para pasar a la dramática
vida en Gran Bretaña de Charlotte Brontë o al Madrid de ese hombre de carácter
que era Calderón de la Barca.
Cicerón, Dante, Charlotte Brontë y Calderón de la
Barca acompañados de toda una tropa: Virgilio, Séneca, Gutenberg, Lope de Vega,
Quevedo, Espronceda, Víctor Hugo, Balzaac, Poe, Voltaire, Emily Dickinson,
Bécquer, Stevenson, Bram Stokdf, Robert Graves, D. H. Lawrence, Blasco Ibáñez,
Emilio Salgari, Asimov, Agatha Christie… Autores que no necesitan presentación,
auténticos pesos pesados cuyos nombres tenemos en la mente pero a los que ahora
conoceremos de una forma más cercana, contemplando determinados momentos de sus
vidas con los que nos podemos hacer una idea de cómo fueron capaces de escribir lo que escribieron.
Vidas dramáticas, vidas de excesos, vidas duras… vidas
al fin y al cabo de hombres y mujeres con un grado de genialidad que compartieron
con el resto del mundo.
La sangre de los libros y su antecesor en la
temática, La noche en que Frankenstein leyó El Quijote, son lecturas muy pero
que muy recomendables para todos aquellos que tengan curiosidad por los escritores
y sus libros, por sus andanzas y anécdotas. Cada capítulo está novelado por lo
que es una forma muy amable de acercarse a la Historia de la Literatura, y además
están aderezados por las opiniones y reflexiones del propio Posteguillo, lo que
le da un valor añadido al libro y una sensación de cercanía peculiar, casi como
si te estuvieras tomando un café con él y te estuviera narrando de viva voz lo
que estás leyendo.
La única condición que nos pone el autor es que leamos
este libro con pasión, “con sangre”, la misma que se dejaron los autores para
escribirlos. Ya lo dice en el prólogo:
“La buena literatura de verdad, la que nos hace
palpitar, la que nos emociona y nos transporta a otros mundos, la que nos
parece más real que la realidad misma es la que está escrita, palabra a
palabra, verso a verso, página a página, con sangre en las sienes, en las manos
y en el alma”.
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