LXXXIV
- ¡Roldán, mi compañero, tocad vuestro olifante! Carlos habrá de oírlo y volverá con el ejército, podrá socorrernos con todos sus barones!
- ¡No permita Dios que por mi culpa sean menoscabados mis parientes y que Francia, la dulce, arrastre el desprecio - replica Roldán -.¡Más bien habrá de dar recios golpes con Durandarte, mi buena espada que llevo ceñida la costado! Veréis su hoja cubierta de sangre. Los felones sarracenos se han reunido para desdicha suya. Os lo juro: todos ellos están señalados para la muerte.
El cantar de Roldán. Anónimo
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